sábado, 11 de octubre de 2014

Ella

Los objetos de la habitación están cubiertos por sombras, aquellas que esperan a que ella se duerma, sus pequeños ojos cansados quieren rendirse al sueño, ella se esfuerza por permanecer despierta, alerta. Pequeñas sombras circulan su ambiente, la observan fijamente. Le murmuran a su oído en otras lenguas. Los diferentes sonidos logran agitarla, en su pared las sombras danzan. Van de un lado a otro, sin detenerse. Corre desesperada a la salida, la puerta se aleja de ella, las sombras saltan de la pared y corren a su presencia, su dueña, reclaman. Se abalanzan sobre ella, le acarician el rostro, le rasgan las mejillas. El piso se hunde, creando un círculo, ella cae. Puede ver a lo lejos como las sombras comienzan a bajar, siguen a su dueña. Ella escucha los gritos, estruendosos, capaces de erizar la piel, ésta se desgarra al sentir los escalofríos sobre su espalda, la caída es espesa, la luz se disipa. Ella traga guardando su voz, sin soltar su llanto. Sus huesos tiemblan al escuchar los pasos de las sombras, que llegan y se adueñan de su calma. Los sonidos se hacen lejanos y el círculo comienza a cerrarse, aplastando su pequeño cuerpo. Las sombras negras aparecen en su mente, se ríen nuevamente. Su cuerpo se moldea a la tierra, hasta desaparecer en ella. Su pecho dio un salto, estaba de nuevo en el cuarto. Las sombras sentadas en el piso, la miran a ella, como niños atentos a su maestra. Permanecen en silencio, la luz comienza a salir, tocando a las sombras, haciéndolas desaparecer, iluminando el pequeño espacio, siente las caústicas sombras despedirse, hasta que la luna comience de nuevo su cántico. 

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