sábado, 8 de noviembre de 2014

Noche

“For the moon never beams, without bringing me dreams
   Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise, but I feel the bright eyes
   Of the beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide, I lie down by the side
   Of my darling —my darling— my life and my bride,
   In her sepulchre there by the sea—
   In her tomb by the sounding sea.”
Edgar Allan Poe, Annabel Lee.

… a Axa.

Noche, vistes tan elegante como siempre, estando quieta y presumiendo tus estrellas, traes contigo tu brisa y las ganas de mirarte hasta que amanezca. Me haces abrir las ventanas para poder admirarte, y al mirarte puedo sentir tu infinitud, haciéndome diminuta ante tu inmensidad. Noche, tú tan inofensiva y yo con ganas de abrazarte, la neblina traes para refrescarme. Me asomo una vez más y te noto distinta, las estrellas brillan con toda su intensidad, queriendo advertirme lo que harías, yo no presto atención porque eres mía y yo soy tuya, nada me harías. Me di vuelta riéndome de las estrellas, ignorando sus advertencias. La neblina entró, y me deslumbró con su presencia, un aroma que refrescaba me embriagaba, mi piel se sentía libre de cualquier impureza cuando me rosabas, di vueltas por la habitación como una pánfila enamorada, Noche, hoy venías a visitarme. Mi piel comenzó a sentir un ardor y las gotas de sudor no cesaban, la fría neblina se quitaba su disfraz, convirtiéndose en puro vapor, uno que ardía con las peores noticias. La habitación se encogía, me hacía indefensa sin poder evitarlo. ¿Qué me harías, Noche? Una punzada en el pecho y lo supe, no eras tú aquella que ansiaba caer todos los días, sólo para mostrarme las cosas más puras, no eras tú quien me hacía sentir llena de vida, no eras tú mi Noche, la que abría aquellos mundos, llevándome a pasear en mi mente. Hoy caías con otras intenciones. Caíste y me llevaste contigo al suelo, me golpeaste con la realidad que era tan horrible, y doblé mis rodillas para suplicarte que no hicieras nada, y te pedí a gritos pero me ignoraste de la misma forma en la que yo ignoré a las estrellas, me ignoraste mientras te veías ansiosa por levantarte, porque hoy te la llevarías contigo. Ella, que estaba al otro lado, se recogía sus rulos dejando su rostro al descubierto, te deslizaste hasta ella Noche, y no pude detenerte, te posaste detrás de ella y sonreíste, le mentiste para que se fuera contigo y me dejara, ella sonreía como siempre y se colocaba su chaqueta blanca, te pidió despedirse pero para ti no había tiempo. Riendo te aprobaba mientras su risa llegaba a mi habitación y con lágrimas te dije una vez más “Noche no lo hagas, por favor”.   



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