“For the moon never beams,
without bringing me dreams
Of the
beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise,
but I feel the bright eyes
Of the
beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide,
I lie down by the side
Of my
darling —my darling— my life and my bride,
In her
sepulchre there by the sea—
In her
tomb by the sounding sea.”
Edgar
Allan Poe, Annabel Lee.
… a Axa.
Noche,
vistes tan elegante como siempre, estando quieta y presumiendo tus estrellas,
traes contigo tu brisa y las ganas de mirarte hasta que amanezca. Me haces
abrir las ventanas para poder admirarte, y al mirarte puedo sentir tu
infinitud, haciéndome diminuta ante tu inmensidad. Noche, tú tan inofensiva y
yo con ganas de abrazarte, la neblina traes para refrescarme. Me asomo una vez
más y te noto distinta, las estrellas brillan con toda su intensidad, queriendo
advertirme lo que harías, yo no presto atención porque eres mía y yo soy tuya,
nada me harías. Me di vuelta riéndome de las estrellas, ignorando sus advertencias.
La neblina entró, y me deslumbró con su presencia, un aroma que refrescaba me
embriagaba, mi piel se sentía libre de cualquier impureza cuando me rosabas, di
vueltas por la habitación como una pánfila enamorada, Noche, hoy venías a
visitarme. Mi piel comenzó a sentir un ardor y las gotas de sudor no cesaban,
la fría neblina se quitaba su disfraz, convirtiéndose en puro vapor, uno que
ardía con las peores noticias. La habitación se encogía, me hacía indefensa sin
poder evitarlo. ¿Qué me harías, Noche? Una punzada en el pecho y lo supe, no
eras tú aquella que ansiaba caer todos los días, sólo para mostrarme las cosas
más puras, no eras tú quien me hacía sentir llena de vida, no eras tú mi Noche,
la que abría aquellos mundos, llevándome a pasear en mi mente. Hoy caías con otras
intenciones. Caíste y me llevaste contigo al suelo, me golpeaste con la
realidad que era tan horrible, y doblé mis rodillas para suplicarte que no
hicieras nada, y te pedí a gritos pero me ignoraste de la misma forma en la que
yo ignoré a las estrellas, me ignoraste mientras te veías ansiosa por
levantarte, porque hoy te la llevarías contigo. Ella, que estaba al otro lado, se
recogía sus rulos dejando su rostro al descubierto, te deslizaste hasta ella
Noche, y no pude detenerte, te posaste detrás de ella y sonreíste, le mentiste
para que se fuera contigo y me dejara, ella sonreía como siempre y se colocaba
su chaqueta blanca, te pidió despedirse pero para ti no había tiempo. Riendo te
aprobaba mientras su risa llegaba a mi habitación y con lágrimas te dije una
vez más “Noche no lo hagas, por favor”.
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