Sentada
en la cama miraba cómo las gotas de agua se estrellaban contra la ventana,
aquellas se contenían primero y luego se resbalaban hasta llegar a la repisa.
Se fijó en las muchas gotas que estaban en aquél vidrio, parecían aferrarse con
mucha fuerza a éste. Intentó jugar a colocarles nombre, como cuando era una
niña, pero fallaba al esforzarse en no repetir. Se imaginaba en todas las
oportunidades que había tenido en su vida, tantas como aquellas gotas, y cómo
cada oportunidad tocaba fondo, se resbalaban de sus manos hasta no ser más que
un mal recuerdo, malo por no poder aprovecharlas. Y al recordar, su corazón se
encogía y se llenaba de nostalgia. Sacudía la cabeza pretendiendo espantar los
recuerdos, pero en el fondo sólo quería fijarse en ellos, cerraba los ojos
reproduciendo las mismas escenas con finales distintos, finales que le
convenían, luego al abrirlos volvía en un gran golpe a su miseria. Ella se
encontraba preparada para recorrer el resto de su camino sola, tal y como estaba
en ese cuarto de hotel. Se veía a sí misma, sentada en esa cama sucia, su
vestido tendido en el mueble y sus zapatos reposando en el piso de madera.
Miraba el libro viejo y polvoriento que sostenía, pretendía leerlo pero no
prestaba atención a la historia, sólo podía pensar en que ya no tendría que
volver a aquella casa de oportunidades perdidas, comenzaba a divagar en aquel
pensamiento y se sorprendía al descubrirse hablándole a su hogar, anunciándole
que ya no podría atenderle al día siguiente y al final terminaba rogándole que
volviera, su corazón estaba deseoso de verle una vez más, pero ella se encogía
de hombros apenada al entender que ya no podría saciar ese deseo, le
avergonzaba admitir el poco cuidado que colocó en su hogar y por ello se
castigaba huyendo de éste. Suspiraba, sollozaba y rompía en llanto, respiraba
profundo y se repetía que no era para tanto, ya encontraría nuevos hogares, se
consolaba como si fuese una niña buscando su muñeca extraviada. Al amanecer se
vistió, dejando el libro en la cama y tomó su maleta, ya era hora de dejar
aquel cuarto que la había acompañado ese breve tiempo, dio un último vistazo a
la ventana, el sol ya había secado las gotas, pero para ella la tormenta
continuó.
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